Fue una tibia vigilia quien me dio
de beber, de amores que se remontan
a las huellas dactilares de mi mente
y allí florecieron con tus manos
laberintos donde tu amor se resguardó
donde el fuego hizo ilusiones, para ser
leídos en algún lugar remoto
de tu piel...
Y salpiqué a un trébol con mis
versos, desenredé mi alma
en las playas, en las estrellas
que simultáneas chisporroteaban
dulces caminos que serían vertientes
hasta tu mundo, mujer!
Rastro que sigo, que enciende
las sábanas que se deslizan
desde tu cintura hasta
el cobijo de tus pies.
Y aún laten los leños encendidos
que son mis dedos convertidos
en palomas mensajeras
que sin fatigarse en su vuelo preguntan:
dónde estás mi hermosa damisela?
Mi voz arrecia sin oficio
eres un rito que atestigua
sonidos en el aire
que tu voz llega hasta mis venas.
Y bebí, bebí de tu boca!
y de ella, tu carne y tu alma!
gruta de secretos que
vaciados en mí
son altares que suavemente
susurran un remando de latidos
que deshojan en la lluvia
un corazón que se vuelca
hacia la proa de tus senos
hasta la luna de tu mirada
hasta el abecedario donde se ilustra
la colmena donde encarnan
mis motivos.
Y bebí! bebí de los tallos
que rebozan de tus cántaros
de las cosas que no envejecen
cuando un amor está enamorado...
20/08/2015 Imagen Web
JEOM
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